Cuando Cuba celebra todavía el natalicio 90 de
Haydée Santamaría, puesto que una jornada (la del 30 de diciembre, no es
espacio suficiente para homenajearla, por su extraordinaria impronta como cabal
revolucionaria y mujer imborrable, la
traigo a colación en este comentario; considerando de antemano que las luces
legítimas del amanecer jamás podrán ser cegadas por la muerte, y ella es una.
Guerrillera e intelectual se nos descubre Haydée; en
el Moncada, la clandestinidad, en la
lucha en la Sierra
y el llano, el exilio y en Casa de las Américas, venciendo dolores terribles
que lastraron por siempre su vida, pero repleta de amor, del que bebió su obra
infinita al frente de la prestigiosa institución cultural y su paso por la
vida, corto pero fecundo, vibrante y especial.
Quienes
la conocieron en sus avatares cotidianos dan fe de su extraordinaria impronta
para la Revolución,
ya que estuvo vinculada a todos los momentos importantes de esta, y en especial
para la Cultura
Cubana.
En
apretada síntesis y para hablar de su hidalguía solo mencionaré dos páginas de
su extensa biografía: el asalto al cuartel
Moncada el 26 de julio de 1953 y la fundación de
Casa de las Américas en abril de 1959.
En
el primero, fue la encargada de trasladar las armas hacia Santiago de
Cuba para el ataque, y durante el mismo, su misión consistiría en
tomar el Hospital Saturnino Lora para atender a los heridos. Al fracasar la
acción, Haydée fue detenida; para hacerla hablar le mostraron los ojos de Abel,
su querido hermano, y pese al desgarrador método, no pudieron sacarle ninguna
información, su respuesta fue “Morir por la patria es vivir”. En el segundo, se
convirtió en hacedora de una institución cultural que sería, hasta nuestros
días, emblema entre los intelectuales y críticos de todo el orbe.
A
Yeyé, como le llamaban sus más cercanos, le debemos ese movimiento sin par “la Nueva Trova”, que convirtió
diarismo en canción y poesía, para regalarnos en letra y música una excelsa mirada
a la realidad de los tiempos fundadores de una faena común; de ahí que la
denominen “madre”.
Aseguran
que en Casa de las Américas, la que instituyó y quiso profundamente, parece estar
aún viva. En sus pasillos se respira su aire, dicen; y eso la convierte en algo
así como un talismán para todo creador que hasta allí llega, entregando su
arte, para Cuba, las América y el mundo.
Cubana
y universal, Haydée Santamaría nos llega virtuosa, heroína de la Patria, sencilla y modesta,
cual flor, mariposa leona, que conquista y vence, gladiadora de la vida que
renace en las nuevas generaciones de intelectuales, de mujeres luchadoras por
el presente y el futuro, empeñadas en el mejoramiento humano.
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