jueves, 4 de junio de 2015

Si me regalas una sonrisa tengo la luna



Por: Idolkis arguelles Berdión   

Cualquiera podría ser tu nombre, Melissa, Jorgito, Pedrito o María, Natalí, no sé…, me das una sonrisa y desvanezco la recia corteza de los avatares del día.
Verte crecer fuerte, al amparo del más robusto de los árboles que se yergue a tu paso, pero a la par de los tiempos; reconocerte sano, inteligente, hermoso es el mejor regalo y mayor placer que pueda sentir.
En un inicio endeble, pequeño, y poco a poco constatar tus éxitos, los primeros pasos en el Círculo Infantil, luego la Escuela, advertirte profundamente humano, impregnado de los mejores modos de decir y hacer, rodeado de música y deportes, con una palabra ardiente en los labios, compartiendo con tus amiguitos del aula y el barrio, hacerme feliz, a pesar de las horas concedidas para tu formación.
La llegada de un nuevo día saboreando tu sonrisa es como si una fuerza mayor parara, por un instante, al veloz tiempo. La sorpresa es tu mejor aliada, bueno, en verdad la mía y cómo la disfruto, al fin y al cabo muchas veces soñé con ella y con tu corta edad me das ese privilegio.
No hay nada superior que un niño, es el símbolo perfecto del sosiego en medio de la más cruel tormenta. No crean que es fácil sentirse satisfechos, requiere esfuerzo y dedicación sin límites, guiar sus pasos no es tarea que se logre de un tirón y moldearlos, mucho menos; sin embargo, sigo apostando por su sonrisa.
La infancia es el período de vida más feliz, al menos así yo lo recuerdo. Ojalá que los niños ya convertidos en hombres no se olviden de eso jamás y trabajen intensamente para lograrlo.
La candidez de tu sonrisa me hace bien, tal vez, un día de estos, el que menos me imagino, me percato que has crecido, pero para mi seguirás siendo un niño, al que le di vida, o al que le enseñé las primeras lecciones, y la sonrisa permanecerá ahí, una y otra vez, a flor de piel, mostrando la grandeza de la vida.

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